viernes, 17 de diciembre de 2010

Un mundo de colores...


Helianne, ¿Dónde se habrá metido? ¿Y los demás? Sigamos descubriéndolo…

Helianne apretó los ojos, pensando que se daría el golpe más duro de su vida. Pero no fue así, sintió un aire cálido a su alrededor, y un impetuoso sol sobre su cabeza. Estaba depie, sobre kilómetros de arena, algo así como un desierto, pero todo era muy extraño. Parecía que estaba dentro de un dibujo en tres dimensiones, trazado a lápiz y coloreado con un minucioso cuidado. Helianne miró a su alrededor, y solo había arena, y más arena, y un enorme sol.

-Uff… ojala se apagase ese sol… -Dijo mientras se pasaba la mano por la frente.

Y entonces, el sol subió en su trayectoria, y cuando estuvo en lo más alto del cielo, sobre la cabeza de Helianne, se apagó. Todo estaba oscuro, tan solo llegaba algo de luz que asomaba tras una enorme duna de fina arena, y el ambiente se llenó de un fresco viento.
Helianne miro a su alrededor, y decidió andar hacia donde estaba la luz, algo la divertía en ese lugar, al menos había salido de su casa y estaba divirtiéndose en algún lugar que habían coloreado para ella, o eso parecía.

Helianne continuó andando sin rumbo, hasta que el desierto comenzó a cambiar, bajo una nube que cubría una pequeña casita de gominotas, cubriéndola de nieve. Helianne no comprendía nada, pero siguió hacia delante. Se rió ante la idea de conocer a la bruja de la casa de gominola.
La nieve comenzó a caer sobre ella, pero no hacía frío. Toco la nieve y no era como la que siempre había visto, sino que se deshacía en sus dedos como si fuese ceniza. Se llevó un dedo a la boca, para probarla, y una explosión de sabor dulce surgió en su boca, ¿Era azúcar Glasee?
Llegó hasta la casita, que tenía las paredes de barquillo, columnas de palitos de caramelo, ventanas de regaliz, el tejado era de nube de algodón y el picaporte era una magdalena.
Golpeó suavemente en la pared de galleta, y aguardó en la puerta, lamiéndose el azúcar de entre los deditos.
La puerta se abrió, y Helianne no vio a nadie.

-¿Quién llama? –se escuchó una voz de mujer desde dentro de la estancia.
-Euhhmm… Soy Helianne, y no sé muy bien porqué estoy aquí… ¿Podrías decirme cómo salir de aquí?

Se escucho una sonora risa que retumbo en todos los caramelos, y le dijo a Helianne que pasase. Helianne abrió la puerta  y miro hacia dentro. Había una enorme estancia repleta de enormes sillones, mesas, sillas… con formas de piruletas, caramelos, malvaviscos y demás repertorio de gominolas.
Sentada en un enorme sillón con forma de corazón glaseado, estaba sentada una pequeña chica, de pelo corto y oscuro, ojos azules cristalinos, con una simpática carita y una enorme sonrisa esperando a Helianne. Llevaba unas enormes botas con una alta plataforma, una faldita negra y rosa con pinta de tutú, y un apretado corsé que le apretaba el pecho en tonos rosa pastel.

-Me llamo MariéJosse, pero me puedes llamar Pep – Sonrío.

Helianne pasó y cerró la puerta tras de si, se presentó y le contó a Pep todo lo que le habia pasado, ella no dejaba de sonreír.

-Te entiendo Helianne, a mi también me pasó, pero yo nunca he querido volver. Es fácil, sólo tienes que llegar al campo donde el suelo es oro.

-¿Y cómo llego hasta allí?– Pep saltó desde su enorme sillón y se dirigió hacia la puerta – ¡Acompáñame! – dijo a Helianne, correteando por su dulce casita hacia la puerta.

Pep salio a la entrada de la casa, hizo un movimiento circular en el aire con la mano, y dijo algo bajo un susurro.
-Quiero una puerta que nos lleve a mí y a mi amiga Helianne cerca del campo con suelo de oro. -

De la nada salio una puerta dorada como Pep dijo, con el marco más recargado que Helianne habia visto nunca, un dibujo perfecto, digno de un cuento de hadas muy pijas.
Pep abrió la puerta y entro, de esta salía un olor que no incitaba a entrar por ahí, pero Pep continuaba sonriendo, y sacó la mano desde el otro lado de la puerta, que era un frondoso bosque verde.

-No tengas miedo, es tan sólo un dibujo, se puede borrar y volver a pintar cuando queramos, venga, adentro. – Pep tendió su caucásica mano a Helianne, y esta la agarró, sintiendo de nuevo como una extraña fuerza la empujaba hacia un agujero que no conocía.


miércoles, 15 de diciembre de 2010

Llegará la Primavera...


Esta vez, desde el ordenador de Belén en la biblioteca, ha surgido la historia.

Tecktack metió la cabeza en la madriguera, tras escuchar la voz, un congojo le apretó el corazón y le sorbió el aliento. Esa voz era la de Neck, no había duda, pero ella había desaparecido hacía muchisimo, sin dar señales de vida, y por mas que ha había buscado no había aparecido. Tan sólo Clisor la había buscando hasta que le sangraron los pies, y después desapareció con ella, o en el intento de encontrarla.
¿Sería allí a donde habían ido a parar, y por eso no les habían encontrado después de tantos años?

-¿Te vas a quedar ahí como un Gilipollas o vas a bajar?

Tecktack sonrió, no había cambiado para nada. Ahora, ¿Cómo bajaba?
Allí se sentía tan seguro, que tan sólo cerró los ojos y dejó que su cuerpo descendiese por el angosto túnel hacia…¿Hacia dónde?
Para Tecktack el viaje cayendo empicado hacia ningun sitio se le hizo larguísimo, pero cuando empezó a llenarse de luz la piedra que le rodeaba, vio al final un montón de hojas secas, y, como no, calló encima de estas, pero no rozó el suelo. El montón de hojas anaranjadas y secas espigas de trigo amortiguó su caida como si de un colchón de agua se tratase. ¿Allí todo era posible?
Tecktack miró a su alrededor, vió principalmente una pequeña habitación, Ninfa se acercó hacia él, ya no apestaba. Después le tendieron una mano familiar, era Clisor, no se había perdido, había encontrado lo que un día se le perdió. Tecktack se puso depié y le dio un gran abrazo al muchacho, que tenía las rastas mas largas que nunca y olía a hierba verde más que nunca también. Tecktack no se lo creía, no podía dejar de sonreir y de maldecir, de hacerle preguntas que ellos no contestaban, como porqué se habían ido o porqué nunca más aparecieron. Neck se acercó a Tecktack y le dio un fuerte abrazo.

-De verdad pensaba que no ibais ha aparecer, ¿Y los demás?

Tecktack recordó entonces porqué estaba allí, más o menos. Bellelumiere.

-Y Bellelumiere, ¿No está aquí?- Preguntó Tecktack a sus amigos, preocupado y desorientado; pensaba que la encontraría allí, y no era así.
Neck miró a Clisor con cara de duda, este fue hacia Tecktack y le puso una mano en el hombro para tranquilizarlo.

-Estas en la madriguera, aquí todo es posible. ¿Tienes hambre? ¿Quieres tomar algo?

Tecktack no entendió muy bien aquello, pero se tranquilizo un poco. Se sentó con ellos alrededor de una mesa bajita.

-Bueno, ¿Y qué os pasó? ¿Dónde habeis estado todo este tiempo?

Ambos se miraron, sonrieron y se cogieron de la mano, Neck tragó aire para comenzar a hablar.

En otra parte completamente diferente, quién sabe cuan alejada de la madriguera, estaba otro de nuestros pequeños amiguitos, Helianne.
Ella era una chica alegre, siempre tenía algo que decir, una última palabra que dar, y buenas palabras para todos; acompañado a este carácter tan vivaz, tenia unos avispados ojos verdes y una bonita sonrisa. Caminaba entonces cuesta abajo, en busca de Neial.
Helianne salio de su casa, aburrida, buscando un lugar donde divertirse; habia llamado a Colours, pero no le contestaba, si quiera estaba en su casa.
Estaba caminando cerca de un gran parque cercano a su casa, cuando algo oscuro, una especie de manta densa cayo sobre la hierba, a los pies de un techado.
La pequeña Helianne, hirviendo en curiosidad, se acercó a aquel extraño manto, que hizo un hueco en el suelo, como un agujero negro en mitad de su barrio. Desde dentro de este salia un aire frio y turbio, y un susurro, algo en movimiento.
Fue entonces cuando algo incomprensible ocurrio ante los ojos de Helianne, una mano, cubierta con un guante blanco como si de un dibujo animado se tratase, salio velozmente de aquel agujero y la saludó. Ella miró silenciosamente aquel hecho, y un segundo antes de que Helianne saliese a correr para olvidar aquello, la mano la agarró del pie y la arrastro hacia dentro del agujero, haciendo que el denso manto volase de nuevo…