martes, 30 de noviembre de 2010

Un camino de gotas de Sangre


Ñaaaaaaa! Estoy muy contenta de que os guste tanto mi historia^^ eso me anima a seguirla, asique allá  vamos…

El cuento de mi amigo Colours, aun no había terminado. Entre abrió los ojos cuando notó que el suelo se deslizada sólo  bajo su espalda, raspándole los brazos y el lumbar. Recopiló en su cabeza qué había pasado, y cuando cientos de diapositivas horrorosas pasaron por su cabeza recordándole la mierda de día que llevaba, a pesar de haber abierto los ojos a penas hacia unas horas – o eso creía él-. Intentó mover las manos para saber qué pasaba, pero no podía; abrió entonces los ojos y miró el tenebroso paisaje que había sobre su cabeza: árboles grises y puntiagudos, apenas tenían hojas, se les disparaban largas y retorcidas ramas que se enmarañaban sobre una espesa niebla que se extendía por todo el terreno, nubes púrpuras que de haber estado en otro lugar, hubieran sido hermosas, pero allí sólo decoraban una estampa terrorífica. Alzó sus manos, estaban atadas con una cuerda blanca, dura como el mimbre, y salteada con motas de sangre, al igual que llevaba atados sus coloridos pies. Tragó la poca saliva que le quedaba, y miró qué le arrastraba por el duro suelo. Un caballo blanco enorme, con una oscura figura cubierta por una espesa y larga capa negra brillante, le arrastraban sujetándole por las cuerdas que amarraban sus pies. Intentó gritar, pero no le salía la voz, tan sólo un ronco susurro. No había nadie que le escuchase, nadie para salvarle, nadie en ese puto sitio que le fuese a ayudar.
Tecktack  caminaba por la carretera tras salir de su casa, pensando en el largo camino hasta llegar donde vivía Bellelumiere. Buscó por sus bolsillos   su paquete de palitos, lo abrió, y tan sólo encontró uno, medio mordido, y un papelito dentro que ponía: “Sabes que te quiero y te los devolveré. Bellelumiere (: “. Tecktack  se enfadó, pero no pudo evitar sonreír, la quería más que a nada en el cochino mundo donde vivían.
Continuó su camino apurando al máximo el trozo de palito que le quedaba, y justo antes de llegar escuchó unos ladridos familiares. Miró hacia todos lados, y corriendo por una empinada cuesta que nunca antes había visto, vio correr a Ninfa dirigiéndose hacia él. Tecktack  la llamó, y esta al verle, corrió hasta tenerle cerca y saltó a su regazo. Tecktack  no se creía lo que estaba viendo: Ninfa sin Bellelumiere, sola, sucia, mojada, llena de ramas, cubierta por un liquido pringoso y oliendo de la manera más asquerosa que había olido nunca.
Tecktack  la dejó en el suelo, y Ninfa salió corriendo por donde había llegado. Tecktack  la llamó, pero escuchó como ella también la llamaba a él; Decidió correr tras ella, a lo mejor la llevaba junto a Bellelumiere, y no se equivocaba.
Tecktack  era valiente, divertido pero algo gruñón, inconformista, protector, y él también había entregado a Bellelumiere una cajita con su corazón. Tenía el pelo de punta, cortado de una manera radical que le encantaba.
Persiguió a Ninfa corriendo hasta que le faltaba el aliento y le dolían las piernas. Ninfa le llevó a un sitio que nunca había visto antes en el barrio de Bellelumiere, incluso Tecktack  diría que nunca antes había estado allí ese extraño lugar. Ninfa le esperó en el límite, donde empezaban a crecer enormes árboles que tapaban el humano cielo, y una vez que él la alcanzó, Ninfa se sumergió en aquella frondosa oscuridad, ladrando para que su amigo la siguiese. Tecktack  dudó un momento, tan sólo entró al pie de un robusto árbol, y cuando rebuscó por sus bolsillos y quiso hacer acopio de su teléfono, ya no estaba. Ninfa volvió a ladrar desde la profundidad del bosque, y cuando Tecktack  miró hacia atrás, ya no estaban las calles que miles de veces había caminado, sino que el bosque se había extendido hasta donde alcanzaba la vista. Tecktack  se armó de valentía llenándose el pecho de aire, y caminó hacia adelante, ¿Qué podía hacer sino? Algo le decía que Bellelumiere estaba por allí, en peligro, cosa que no iba a permitir.
Tecktack  andorreó hasta que localizó de donde venían los ladridos de Ninfa. Metió las manos por las hojas que un enorme Sauce Llorón dejaba caer delante de sus ojos, entonces el paisaje cambió. Todo era una explanada de cielo azul, rodeada de trigo, el suelo parecía de oro bajo las altas espigas; pero algo rompía esa dorada armonía, un árbol, rojo, más rojo que cualquier cosa que antes hubiera visto. Sus flores parecían gotas de sangre y sus ramas se erguían señalando al cielo. Ninfa estaba allí, a los pies de aquel árbol. Tecktack  continuó sin mirar hacia atrás, y cuando llegó al árbol Ninfa no estaba. Comenzó a buscarla entre los matojos de trigo, encontrando allí un agujero hecho entre las ortigas. Tecktack tuvo tres sensaciones muy extrañas al ver aquel hueco en la tierra: La primera fue, que tan sólo con ver aquel lugar, se sintió tranquilo, como si ya antes hubiera estado allí, como si no corriese bajo ese agujero ningún peligro, lo que nos lleva hasta la siguiente sensación. Le parecía que podía entrar perfectamente por ahí, pero que una persona cualquier a penas si hubiera podido meter la cabeza. Por último, ese sitio no estaba seco, a su alrededor no creía el trigo, sino la hierba, y de dentro salía una sutil música, tan flojita que no supo como la podía haber oído, y un olor tan peculiar, que tampoco sabía bien dónde lo había olido antes.
Tecktack  introdujo la cabeza en el agujero, era profunda y oscura. Le llegó el eco de unas risas, y los ladridos de Ninfa. Miró entonces al árbol y… ¿Qué cojones? ¡Había crecido como dos metros! ¡Y el trigo también!
Entonces se asustó, no entendía nada, ni siquiera que el que había encogido era él. Metió los brazos en el agujero, y después la cabeza, y pudo ver un atisbo de luz al final del angosto túnel.
— ¡Ya era hora Tecktack! ¡Estábamos esperándoos desde hace años! Pensábamos que no vendríais… — Una alegre voz afloró del fondo de…
¿Era una Madriguera?

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